lunes, 22 de diciembre de 2008

ALBERTO PALACIOS


Alberto Palacios calle, que no paseo, casi llegando a la estación, al pasar por allí, como tantas veces hago, en los últimos tiempos, y ver el balcón de tu casa, me traslade al pasado, y pude vernos a ti, a mi, allí en tu casa, y a tu madre, en tu comedor, tu mueble, esa mesa chiquita de centro toda rayada por tus hermanos, y la lámpara de pie, al lado del sofá, con la mesa incorporada de plástico imitando al mármol, el cenicero, y tu limpiando y rompiendo esas figuras que tan poco te gustaban, tu madre con los ojos fijos en mi, sonriendo y diciéndome: “ porque será que mi hija solo rompe cosas cuando tu le ayuda a limpiar”.

Te recuerdo amiga, siempre defendiéndome como si yo fuera algo tan frágil y débil a quien defender, y tu tan poquita cosa, siempre tan entera, firme, completa.


Pero tengo un recuerdo tuyo inolvidable, llorando, desvalida, cuando sabias que ella se moría, era como si el bastón que te sostenía se resquebrajara día a día y perdieras tu fuerza, ¿era ella quien te daba la valentía? ¿Esa entereza de la que hacías gala?


Y ella en su dormitorio de forja, con sus mesitas de roble, herencia de su abuela, (siempre nos lo decía), la luz de las lámparas de cobre, en penumbra. Estaba tan amarilla, delgada, débil, frágil, con su cara desencajada por el dolor, que en los últimos tiempos, dejo de molestarse en fingir que no tenia, cuando con ese hilo de voz, me dijo: trae a tu madre antes de que me muera, me gustaría verla, cuida de mi niña, será la que mas lo necesite, los demás tienen su vida, ella no, solo a vivido, por y para mi, yo se que tu eres fuerte, mas que ella, aunque ella siempre pensó lo contrario, ella solo tiene la valentía del soldado, que no sabe que le espera en el campo de batalla.

Tú en cambio, siempre sabes donde vas, que te espera, y a que te enfrentas, aun sabiéndolo
continuas de frente sin detenerte, te admiro pequeña, siempre te admire y nunca te lo dije.

Estaba demasiado ocupada teniendo celos, porque mi hija compartía contigo el tiempo que antes era solo mío.
Gracias porque siempre has estado a su lado, y en muchas ocasiones te necesito de veras.Para ese momento yo lloraba, ella no tenia fuerzas ni para llorar.

Entonces nos abrazamos, yo la besé.

En ese momento me di cuenta que nunca la había besado, y es que siempre la vi tan negada al cariño, tan dura, que no pensé que quisiera.
Me fui llorando, no volví a verla.


El día de su entierro no se hizo tardar, enseguida le vino el descanso eterno, que ella agradeció, sin lugar a la duda y vosotras también, ya no podíais soportar verla sufrir.Nosotras, hasta hoy somos las mismas.


Dedicada a mi amiga y su familia.

No hay comentarios: